IGNACIO (NACHO) BERMÚDEZ tiene preocupaciones sonoras/sonadas en su columna "¡Por qué no te callas!".
Y su columna me dejó como el final de Hamlet: “The rest is silence”.
(¿Será Bermúdez un nuevo príncipe de Dinamarca?).
SONIDO
Ayer soñé que mis oídos escuchaban más de lo normal. Mi sentido auditivo se había amplificado tanto que nada se me escapaba. Cuando salía de mi casa podía captar, cuando quisiera, todo tipo de conversación, sonido y hasta algún silencio. Sólo tenía que apuntar mis orejas y oír. Un susurro era una charla normal para mí. Una charla normal, un grito. Un grito, una saturación. Una saturación me era imperceptible.
Vivía en el campo, dónde se podrían encontrar los mejores sonidos si no era en la naturaleza pura de nuestro país. Me la pasaba escuchando el viento, el mugido de las vacas, el cantar de los pájaros, el caudal ríos. Decidía viajar. El grito de los teros terminaba con mi paciencia.
Me retiraba hacia el mar. Por fin podría escuchar con claridad el ruido de las olas sin poner el oído en un sucio caracol. No sólo me era imposible escuchar el mar, sino que el choque del agua contra la arena trituraba mi cerebro hasta no sentir nada.
Luego viajaba a la ciudad a visitar a mi familia. Al parecer, hacía tiempo que no los veía. El ruido del tráfico no me afectaba mientras me mantenía en el auto. Mi madre me susurraba (estaba, como todos, al tanto de mi cualidad). En mi familia se compadecían de mí, y se reían a mi espalda. Hablaban por lo bajo, pero claro, igual los escuchaba. Y ellos sabían que los escuchaba. Entendí por qué hacía tiempo que no iba allí.
Visitaba al médico. Previamente me había comprado unas orejeras para caminar por la calle. Mi doctor me decía (susurraba) que ya habíamos discutido esto hace años. Que no había una cura para mi “capacidad diferente”. Me daba, según él, las pastillas que siempre le pedía y me saludaba con la mano, sin decir nada más.
Salía a la calle y un pitido insoportable no me dejaba escuchar nada. Tenía puestas las orejeras, pero el sonido seguía perforando mis oídos. Desperté con el sonido del despertador. Lo apagué. Comprobé que un silencio infernal me rodeaba. Me levanté para asegurarme que no volvería a esa pesadilla. Fui a trabajar, como siempre. Pero no pude evitar estar todo el día intentando captar alguna conversación, sonido y hasta algún silencio.
lunes, 12 de mayo de 2008
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10 comentarios:
Seguro que te apetecería más el talento de Mel Gibson en "Lo que ellas quieren". Yo preferiría la habilidad de transportarme a través del tiempo. Gran texto.
El vacío es un espacio donde supuestamente no se escucha nada, más bien, se escucha el silencio (al menos eso dicen los sablotodo). Lo importante es que, el hombre, ser limitado, no se imagina lo increíble que puede llegar a ser. Por eso cuesta tanto comprenderse a uno mismo, por eso el que no es un pobre imbécil como uno, es raro. Trabajemos la diferencia. Yo quiero escuchar la caída de un alfiler al piso.
Eso sí que es un oído agudo (y punzante), H.
Genial. Que bueno que es escuchar!
H: Si quieres escuchar compra el Magni ear.
"Se puede oír la caída de un alfiler desde otra habitación, es increíble...
Pídalo ya, es otro lanzamiento de calidad de TELESHOPPING"
Gracias, eimb, por no recurrir a wikipedia en el turno de réplica.
Je, je.
La wikipedia "es lo más grande que hay, lejos".
Concluyo que aunque adoraría estar en todo, hay cosas que mejor ni escuchar…
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