lunes, 30 de junio de 2008

Fe de erratas

JOSÉ MAJÓ es un bis. Reina por repetición como JOSÉ II de Columneo. Y, que conste, reaparece en este blog por méritos propios no por herencia de sangre.
JOSÉ II escribe con desembarazo. Sí, "desembarazo", no sé por qué, pero me vino esa palabra... Sé que el él también tiene estas iluminaciones o estos apagones, según se mire).

FE DE ERRATAS
Me pregunto qué pasa realmente cuando se cierra la puerta de la heladera. ¿Se apaga la bombita de luz o, por el contrario, sigue prendida mientras nadie la puede ver? Algo similar sucede cuando aparto un libro para retomarlo más adelante. Hay quienes dicen que los libros sin lectores son tan sólo manchas de tinta y papel. Pero, quién sabe. Quizá, cuando el libro se desprende de las manos y nadie lo ve, esas manchas cobran vida. Y debajo de la tapa dura, debajo de la superficie, sucede el milagro.
Inevitablemente me encuentro ante un callejón sin salida y tengo la impresión de que este tema le importa un comino al lector. Más allá de eso, el punto clave radica en la siguiente pregunta: ¿qué haría yo si fuera una letra? Por lo pronto no me sorprendería en lo más mínimo que las palabras del comienzo trotaran a toda velocidad hasta el final, ansiosas por saber lo que ocurre en esas tierras distantes. Una vez allá, volverían con otra perspectiva de los hechos. Incluso puede que hagan de las suyas al modificar el destino de los personajes y vaya uno a saber qué otras cosas. En esta selva todo vale. De acuerdo con lo planteado una lágrima fácilmente podría convertirse en gota de lluvia. Por decirlo así, las letras se columpian de un lado a otro. Van y vienen. Juegan con la sintaxis y, como bromeando, alteran el curso de la narración.
Entonces, alguien toma el libro y lo abre por sorpresa. En cuestión de segundos las letras desprevenidas se ordenan. Casi por obra de magia, diría yo. La mayoría de las veces ocurre con naturalidad; aunque, como todos, ciertas letras tienen sus días de torpeza y quedan a mitad de camino. Hay quienes
se conforman y atribuyen todo a un error de edición. ¡Ingenuos! Hombres de poca fe. Aquellos que, además de ver, están mirando comprenderán. Porque debajo de la tapa dura, debajo de la superficie, sucede el milagro.

La culpa de la antiortografía de los shampoos


MARTÍN CAJAL rastrea y persigue las palabras, y las ideas. Y cuando agarra bocado, no suelta, aprieta la mandíbula. Para estos ejercicios a un buen escritor le sobra con un prospecto, con el etiquetado más vulgar, con las contraindicaciones de una medicina...

LA CULPA DE LA ANTIORTOGRAFÍA DE LOS SHAMPOOS

Hay varias formas de distraerse en el baño. Cuando se sabe que la exigencia durará más de quince minutos y no se tiene “una revista water”, recomiendo estirarse un poco y agarrar un shampoo. Estos magníficos potes tienen una detallada ficha técnica, modo de uso, precauciones y el listado cuantioso de ingredientes. Les aseguro que éstos lo inquietarán durante un largo rato. Mi abuela dejó el cadáver azul de un Sedal Hidraloe Shampoo 12 Oz, el cual disparó un sinfín de insólitas y prescindibles reflexiones necesarias para paliar el momento. Nunca entendí por qué nombran las sustancias del tal modo, qué les cuesta colocar un “Pérez”, o bien un anagrama de Pérez... Ah, no se puede. Pero aunque sea, la siempre eficaz, de apariencia técnica/seria y fácil mezcla de números y letras. No, pero para qué. Sí es cierto que hay que nominar las cosas, pero esa desprolija y antiortográfica unión de letras no aportan nada a quien se lava la cabeza, sólo a quien no tiene un pasquín a mano. Y los científicos que usan shampoo y pueden simular entender esa disposición caprichosa y compleja de letras son casi todos pelados. En las comidas también sucede lo mismo: primero se detallan los ingredientes conocidos por todos y después comienza la enumeración de palabras extraterrestres y decepcionantes.
En una tarde verano, le pregunté a un amigo, siempre entusiasta ante las cuestiones insólitas y enrevesadas: ¿cuál fue la primera vez que fuiste consciente de que tenías consciencia? Me miró con ojos de “internación urgente y tierna”. La primera vez que yo fui consciente de que tenía algo llamado consciencia fue hace 15 años. Tenía un hambre bestial, no estaban mis padres, no me avivé en dirigirme a la heladera y estaba en el baño. Recuerdo que agarré un pote de avena vacío y leí palabras nunca antes leídas o escuchadas. No puedo explicar lo que me atrajeron: imaginaba pasteles de colores extraños y sabores únicos. Y ahí fue la primera vez: decidí tomar por primera vez el teléfono (y ahí me dije: “Opa, yo también puedo agarrar un teléfono y llamar”) y marqué el número que decía en el tarro. Una señora me atendió y le pedí “Muesli Goji Sin Gluten Lima 300g”. La mujer me gritó un “eee”. Le repetí el pedido pero nada.
Cuando ya tenía quince años, en una tarde también de verano, me sorprendió mi querida abuela aullando, envuelta en una toalla verde, con el pelo artificial blanco y la cara espumante. Sus ojos se hallaban empañados de shampoo. Cuando el médico asistió, yo estuve revoloteando los frascos en el baño en busca del culpable. Regresé triunfal y el muy desenfadado dejó una receta ilegible que mi pobre abuela no podía leer y yo, con la vista despejada, tampoco. Mi abuela pensó que eran de esos acondicionadores que no lastiman los ojos y libre y despreocupada se lavó el pelo dejando caer la cascada. Todo por no leer los ingredientes, igual o peor de inciertos: water, Cetyl Alcohol, Cetyl Palmitate, Cetrimonuim Chloride, Dimethicone/ Tea Dodecylbenzenesulphonate, Gliceryl Stearate, Minaral Oil, France, Methylparaben Arginine, Aloe Vera Extract, Fomaldebyde, Citrict Acid.

lunes, 16 de junio de 2008

Cómo saludar en los velorios

IGNACIO GONZÁLEZ tiene un gusto atávico por las enumeraciones. Es un hombre con buena intención: trata de aclararnos las cosas. Además, derrocha sentido del humor.
A ver si alguien aprende...


CÓMO SALUDAR EN LOS VELORIOS
Uno de los grandes conflictos de la humanidad –que ni la tecnología del Iphone ha logrado resolver- es que no está claro cómo saludar en los velorios. La situación es dramática y, según informan los estadistas, no va a resolverse en el corto plazo. Ni saludante ni saludado saben bien qué hacer en los velorios, ya que ambos se enfrentan a una situación incómoda, pegajosa, en la que la mayoría de las veces la carga emotiva es desproporcionada. Están quienes saludan de manera fría, con la practicidad con la que se saluda a un compañero de trabajo. Están quienes saludan como si fuera el fin del mundo, demostrando congoja y hundimiento, justo cuando el saludado logró sobrepasar el dolor que supone la muerte de un familiar. O están quienes no saludan, y se mantienen a un costado; seamos sinceros: ellos no son necesariamente los de peor calaña.
Me considero una persona con experiencia en velorios y todavía no doy con la tecla: ¿cómo saludar en los velorios? Si sirve de consuelo, mi abuelo, que era dueño de una funeraria, nunca pudo resolver este enigma.
Uno podría pensar que dentro de estos diez patéticos saludos -¿saludos?- estaría el comentario más apropiado:
1) "Lo siento";
2) "Mi pésame"
3) "Mi más sentido pésame";
4) "Vamo arriba";
5) "Estas cosas pasan";
6) "Me avisaron recién, ¿qué pasó?" ;
7) luego de un abrazo en silencio: "Ahora a pensar para delante, ¿eh?" ;
8) luego de un abrazo en silencio: "No estás solo, no te olvides que no estás solo";
9) luego de un abrazo en silencio, mira al saludado, vuelve a abrazarlo, y dice con una mueca: "Mejor que terminaran así las cosas";
10) "Qué injusticia".
Pero lo cierto es que ninguno calma la tensión de saludantes ni de saludados.
Entonces, caros lectores, no se aflijan si no encuentran vocablo adecuado en los velorios, y limítense a servir de compañía. Citando nuevamente a mi abuelo -que disfrutaba con el anuncio de la muerte a los familiares del difunto, el mismo día del velorio: “Señores, a las órdenes por cualquier otra cosa que precisen…”-, en la muerte y en los velorios hay un arte por descubrir.

martes, 3 de junio de 2008

Polvo nuestro que estás en el cine

MARIANA MUÑOZ estaba obligada a un juego de estilo y tenía que "elevar" el lenguaje (la culpa es de este Eresfea). Al margen de esa circunstancia, varias frases de esta columna feroz duelen como cadenazos. Queda la constancia de que algunos apellidos tienen licencia para perpetrar cualquier bodrio cinematográfico. Y (¡ay!) el regusto lector de que la crítica y la industria uruguaya cinematográfica son compañeras de viaje, ¿por qué, si no, no se leen críticas como las de MARIANA?

POLVO NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CINE
La vimos en la televisión, la escuchamos en la radio, la leímos en todo tipo de publicaciones; y es que el bombo nacionalista-publicitario que se le ha dado a Beatriz Flores Silva es a la vez increíble e imparable. Millones de entrevistas en las que dice siempre lo mismo sobre su vida y su nueva película Polvo nuestro que estás en los cielos (título por cierto largo y tópico) vienen circulando desde hace ya mucho en los medios cual vagones de la locomotora comercial que arrolla a quienes se interponen en su camino. Primero la noticia fue la escritura del guión, luego cuando se consiguió la financiación para la película, luego el comienzo y posterior fin del rodaje, el 2 de mayo el estreno en cines de la película, luego la publicación del guión, y más adelante será la salida a la venta en dvd, su estreno en el cable, en la televisión abierta y a esta altura quién sabe qué más. Eso sí, hasta ahora no me he topado con ninguna crítica propiamente dicha. Debe ser por eso, y porque mi proyecto de fin de carrera es la escritura del guión de un largometraje vinculado a la historia reciente, que fui al cine a verla.
Considero sin temor a equivocarme que quienes escribieron las reseñas se basaron en las entrevistas a Flores Silva, sin haberse dignado siquiera a soportar las dos horas eternas que dura el filme. La trama supuestamente trataba del periodo previo a la dictadura cívico-militar uruguaya de 1973, visto a través de los ojos de una niña que, tras la muerte de su madre, se ve forzada a irse a vivir con su padre. Si bien a causa de la decepción que sufrí viendo En la puta vida he dejado de sentir entusiasmo por cualquier proyecto de Beatriz Flores Silva, me pareció interesante el asunto de la óptica infantil sobre un periodo tan cruento. Además el trailer estaba muy bien hecho.
Si en este momento tuviese que describir la trama diría, como primera cosa, que no sé por dónde empezar. ¿Tal vez por mencionar que no abarca tan solo el periodo previo sino también el comienzo de la dictadura para acabar en la figura del exilio? ¿Tal vez por contar que la madre de Masángeles (la niña protagonista) se suicida por amor, porque no acepta ser la amante del padre de su hija? ¿Por decir que la niña se va a vivir con una familia que desconoce su existencia y ella la de ellos? ¿Que la madrastra la maltrata a la vez que enloquece y que la abuela la rechaza para luego volverse su confidente? ¿Que su padre senador del Partido Colorado fuma sin parar y está obsesionado con batirse a duelo con el primero que se le cruza? ¿Que el mayordomo termina siendo primero homosexual y luego un militar despiadado? ¿Que su medio hermano Santiago (de niño budista y de joven militante tupamaro) tiene sexo incestuoso con Masángeles porque ella se le desnuda para levantarle el ánimo tras una discusión ideológica con su padre? ¿Que fruto de ese encuentro nace un niño que se gesta y es parido en soledad (cordón umbilical cortado con un vidrio de por medio) dentro de un edificio en llamas y que luego de una explosión salen volando los dos madre e hijo y sobreviven ambos? ¿Tal vez podría comenzar por considerarla una trama digna de una telenovela venezolana? Sí, seguramente me quedaría con esto último, para que al menos el potencial espectador pueda saber de antemano con lo que se enfrentará si decide invertir tiempo y dinero en ver esta película. Apena y sorprende el desperdicio de recursos: la producción excelente, el guión malísimo.